Comadrejas: visitantes inofensivos en La Plata que deben ser protegidos

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A menudo confundidas con ratas, las comadrejas no representan un riesgo sanitario y, por el contrario, aportan beneficios al entorno natural.
Como sucede en otras localidades del país, no es raro que en patios de viviendas platenses aparezcan comadrejas -también conocidas como zarigüeyas-. Esta presencia inesperada suele generar temor o rechazo, aunque en realidad se trata de animales inofensivos y esenciales para el equilibrio ecológico. Por eso, es fundamental promover su cuidado.

El término “zarigüeya” proviene del tupí “sari’wé”, lengua indígena del actual Brasil. El vocablo fue adoptado por el portugués como “çarigueia” y más tarde por el castellano como “zarigüeya”. Estos mamíferos marsupiales, denominados en Argentina comadrejas overas, son seres solitarios y poco sociables que habitan estas regiones desde antes de la urbanización, adaptándose progresivamente a los entornos urbanos. Comprender esto es clave antes de tomar decisiones apresuradas frente a su presencia.

“Se trata de mamíferos marsupiales omnívoros, sin comportamiento agresivo, y, como todo ser vivo, cumplen una función ecológica, independientemente de que nos favorezca directamente o no”, explicó Ayelén Lutz, bióloga y docente de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP. “Desde una mirada centrada en el ser humano, muchas veces esperamos un rédito de la biodiversidad, pero debemos valorar su importancia más allá de eso y aprender a convivir”, añadió.

Lutz, junto con Pablo Teta y Germán Tettamanti, es coautora del libro Mamíferos de Buenos Aires (2022), donde se dedica un apartado especial a las comadrejas. Allí se las describe como criaturas solitarias, activas al atardecer y durante la noche, que prefieren desplazarse por el suelo, aunque también son ágiles al trepar árboles. Acostumbran a guarecerse en huecos de troncos, nidos abandonados o estructuras humanas. Su dieta está compuesta principalmente por invertebrados, pero también incluyen pequeños vertebrados y frutos.

Una aliada del hogar
Cuando se sienten en peligro, estas comadrejas pueden abrir la boca, emitir chillidos agudos o simular estar muertas, en ocasiones acompañando la conducta con secreciones provenientes de la cloaca. Este mecanismo de defensa es común si, por ejemplo, son atacadas por perros.

En zonas de clima templado, el ciclo reproductivo se extiende desde fines del invierno hasta el final del verano. Las hembras pueden tener hasta tres camadas en ese periodo. El embarazo dura unos 13 días y luego las crías permanecen en el marsupio materno durante aproximadamente seis semanas. Incluso después de salir del pliegue marsupial, los pequeños continúan viajando sobre el lomo de la madre, tomándose de su cola con la suya.

Lejos de ser una amenaza, las comadrejas juegan un rol similar al de los koalas en Australia: son esquivas al contacto humano, no propagan enfermedades y no deben ser consideradas una plaga. “Algunas personas que crían aves de corral se quejan porque pueden comerse los huevos o dañar polluelos, pero en general no provocan daños mayores”, explicó Lutz. Además, destacó su importancia como controladores naturales de plagas, ya que se alimentan de cucarachas, arácnidos, alacranes y garrapatas.

Por su desplazamiento lento, son víctimas frecuentes de atropellamientos. Muchas veces generan rechazo o miedo, aunque esto suele estar basado en su apariencia, ya que no tienen ninguna relación con los roedores. Su fisonomía puede parecerse a la de una rata, pero pertenecen a familias biológicas distintas. Incluso, las zarigüeyas son extremadamente limpias, pues se asean de manera constante usando su lengua y extremidades.

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