Hace diez años, el movimiento feminista y de mujeres en Argentina tomó las calles con una nueva apuesta para conquistar el espacio público y colocar en la agenda política una denuncia histórica: la urgencia de detener la violencia de género.
El 3 de junio de 2015, poco después de hacerse pública la tragedia del femicidio de Chiara Páez en Santa Fe, una multitud de mujeres, lesbianas, travestis y personas trans+ ocuparon las calles bajo el grito de “Ni Una Menos”. Esta convocatoria espontánea, vista con escepticismo por quienes no comprenden un sentir colectivo, expresaba la identificación con los mismos dolores y la complicidad en las mismas luchas. Fue desde esa solidaridad que se salió a la calle.
Una característica destacada de esa jornada fue su masividad: más de 300 mil personas entre mujeres, travestis y trans+ colmaron los alrededores del Congreso, constituyendo una de las movilizaciones espontáneas más grandes en la historia de los movimientos sociales argentinos. Sin contar las manifestaciones simultáneas en más de 120 ciudades del país, que incluso se replicaron en países de América Latina y el Caribe, demostrando la fuerza territorial del reclamo.
Esa masividad y presencia federal posibilitaron poner el tema en debate público, y la inteligencia colectiva de las redes feministas y transfeministas sintetizó ese clamor en una bandera de lucha. Ni Una Menos trascendió la manifestación para transformarse en un movimiento organizado que impulsó la creación de asambleas y espacios de diálogo, recuperando la metodología de los Encuentros Nacionales y consolidando la periodicidad necesaria para el desarrollo sostenido del movimiento.
Es fundamental promover un debate feminista y transfeminista situado, que permita abordar las causas de las desigualdades y reclamar soluciones acordes a cada territorio. La constancia en el trabajo territorial fortaleció las redes y sus vínculos. Asimismo, Ni Una Menos aportó un nuevo aire al movimiento al incorporar la participación de las jóvenes, ampliando las bases y logrando, en pocos años, una demanda histórica: el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo.
En materia de políticas públicas, desde 2015 se alcanzaron importantes avances, como la sanción de la Ley Micaela N°27.499 de capacitación en género; la aprobación del Protocolo de la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM) para la investigación de femicidios; y la promulgación de la Ley N°27.412 de paridad en cargos electivos. Además, se crearon Ministerios de Mujeres a nivel nacional y en varias provincias, incluyendo Buenos Aires, aunque cabe señalar la reciente eliminación del ministerio nacional por parte del gobierno actual.
Hoy, la coyuntura histórica demanda nuevos desafíos para el movimiento feminista, entre ellos, la complejización de las demandas específicas y su articulación con las necesidades de la sociedad en su conjunto. Este camino tuvo su primer hito en la convocatoria del 1F con perspectiva antifascista y continuará este 3 de junio, con la convocatoria a marchar el 4 de junio, acompañando a jubilados, trabajadores del Hospital Garrahan, del Conicet y migrantes. Con la certeza de que mientras el feminismo abrace las luchas de las mayorías, seguirá vivo, iluminando caminos.
Silvina Perugino es secretaria de Mujeres y Diversidad de la Municipalidad de La Plata.