Uno de los 300 trabajadores despedidos tras el cierre de la planta aseguró que el fentanilo se fabricaba sin controles ni medidas de seguridad. La Justicia investiga la muerte de 96 personas por lotes contaminados.
Un extrabajador de Laboratorios Ramallo, clausurado tras la distribución de fentanilo contaminado que provocó 96 muertes, describía un escenario de absoluta precariedad en la producción de medicamentos. Bajo las siglas P.D., relataba que “era como fabricar fentanilo en una carnicería” y detallaba que el agua utilizada provenía directamente de la canilla y que en los sueros aparecían partículas de vidrio, plástico y óxido.
El exempleado, que había trabajado casi cinco años en la planta ubicada a 10 kilómetros de San Nicolás, sostuvo que nunca presenció inspecciones y que ingresó sin formación farmacéutica, pese a encargarse de tareas como elaborar sueros, empacar medicamentos y operar la caldera. Señaló además que los empleados cumplían funciones en condiciones extremas de calor, incluso en ropa interior, y que debían costear de su bolsillo repuestos para equipos que no tenían certificaciones de seguridad.
Tras el cierre del laboratorio, los 300 trabajadores despedidos descubrieron que, aunque figuraban en blanco, la empresa nunca había hecho aportes previsionales. “No teníamos categoría, no pertenecíamos a un gremio y no podíamos cobrar desempleo”, afirmó P.D., quien denunció que la compañía se había desentendido de los telegramas de los empleados. En su testimonio, expresó dolor por las víctimas: “Esto va a seguir matando gente y los responsables siguen libres. No quiero cobrar nada, solo quiero que paguen por lo que hicieron”.
